Sigo envuelta en un tiempo perdido donde todos los personajes se mueven con lentitud e imparables hacia ningún sitio si no es el fondo espeso e irrevocable de una marisma que ellos desconocen, el lector alcanza –solo en días oscuros – a atisbar , y el narrador con claridad intuye. En el barro de la ciénaga compuso también Proust el vago paisaje de un futuro presumible que en nuestro presente se hace real . Descubro nueva la obra que releo porque no supe antes ir más allá de lo social y del virtuosismo literario ;La novela se despliega como retrato atemporal y temporal, nostálgia, introspección, referente cultural, crítica puntual y profecia . La mirada del narrador resulta tan ensimismada, intensa, panorámica, humorista y viva que apaga los colores de mi transcurrir propio y me hace buscar el sol de Balbec y las vistas desde la Rascaliere en vez de salir como sería lógico a dar un paseo por el Retiro en este día de primavera glorioso. Prefiero así analizar mis sentimientos hacia Morel antes de ser indulgente o vengativa con algún conocido insensato, en mi habitación reservo un panel para Elstir, y frente a Katie Melua elijo la música de Vinteuil .