martes, 10 de marzo de 2009

Proust et moi même

Leo a proust disfrazada de Proust quien a su vez se disfrazó de Bergotte. Quiero decir, leo a Proust toda la mañana, en la cama con un poco de tos y bebiendo té de jazmín que me voy sirviendo poco a poco desde un samovar de plata. Y salto de libro a libro para encontrar personajes pero evitando a Swan porque le quise demasiado hace tiempo. Ahora prefiero escuchar el nocturno de Chopin que toca al piano la Marquesa de Cambremer o leer sus cartas de letra bondadosa en las que siempre adjetiva tres veces ,“Estoy encantada, feliz, contenta”, mientras yo me voy sintiendo más triste, apenada, melancólica, por Albertine y por la nariz empolvada de Charlus a plena luz del día en la estación de Doncières y por la chica del tren a la que nunca volvimos a encontrar y por la abuela y por Madame de Marsantes y por Saniette y por Proust y por Joyce que nunca le entendió y porque al fin y al cabo mi samovar no es más que un termo de Starsbuck's Café .