lunes, 6 de abril de 2009
En una ciudad fantasma rodeada de bosques tristes
Black River era una ciudad opulenta porque en sus bosques crecía un arbol extraño - le llaman Logwood aunque merecería nombre más literario - de cuyo tronco extraían un rojo puro , intenso y deseado. Beau Brummel siempre exigía granate de Black River para sus corbatas y en un peplo del mismo rojo fue Antígona Sarah Bernardt. Nos cuenta Darren que en esta ciudad instalaron la luz eléctrica un año antes que en Nueva York y que el ingeniero de Longchamp construyó en Black River un hipódromo con turf de terciopelo y seda siempre nueva y siempre roja en los palcos. Todo acabó cuando inventaron los tintes artificiales. Poco más que decir pues en los trópicos la decadencia es tan veloz como devastadora y desmemoriada.