Lord Richard Groves heredó el título y la fortuna de su tío Bertrand a mediado de los años veinte. Por circunstancias tan complejas como británicas pensó que lo más adecuado en su nuevo estatus sería comprar tres mil hectareas de tierra cerca de Cordoba en Argentina y montar una moderna granja de búfalas. Dicho y hecho. El problema de Lord Richard no fueron las búfalas que se adaptaron bastante bien sino su mujer, Lady Caroline, hija única del duque de Bermonsdey , reina de las veladas de Belgravia , cazadora estrella de zorros en Beaumont Court y jardinera compulsiva en sus mimados acres de Sussex. Lady Caroline no se adaptó y tras dos años de aventura argentina pasó a fugarse con un diplomático norteamericano : divorcio, boda , Nueva York y un remate brillante como embajadora en la corte de St. James. A Lord Richard le fue peor, murió bastante alcoholizado tras una caida por la quebrada de los Condoritos , sus peones le enterraron en el cementerio blanco de Villa Cura Brochero, donde todavía , si es que a alguien le interesara, puede visitarse su tumba. Pero no quería hablar de nada de esto sino de la poética botánica de Lady Caroline quien mientras estuvo, salía cada mañana muy temprano a galopar por las sierras y no volvía a la estancia hasta que golpeaban vacías el vientre del caballo las alforjas finamente agujereadas que día tras día llenaba a rebosar con semillas de flores alpinas . Todavía hoy, en primavera, aquellas laderas de Cordoba revientan en flores descendientes de las que sembró la desesperación y el desarraigo de una dama inglesa. Esta historia se la contó a mi amigo Carlos su madre en Cordoba hace mucho tiempo, ayer en Madrid él me la contaba a mí y hoy la lanzo desde la nada al vacío.
Hablando de plantas por cierto, apunto nuestra plantación de hoy en Vazquez de Mella : dos lavandas y un tomillo, la notícia del día es que las plantas de la semana pasada : un alissum y un rosal miniatura estaban todavía allí. No cantamos victoria pero estamos contentas.