martes, 19 de mayo de 2009

La naturaleza es más lista que yo

Hace un año demolieron el palacete de la calle Henares 8 de Madrid para dejar un solar grande con dos cedros supervivientes y un castaño, a la espera de un edificio de oficinas que parecía entonces inminente. Este solar al que dan las ventanas de casa fue el germen de mi actividad de Guerrilla Gardening. Pasado el berrinche de la demolición - todos estábamos encariñados con el decadente palacete - nos comunicaron - portavoz : portero - que no construirían - la crisis quizás- en al menos tres años y me dolíó ver el espacio tan desaprovechado. Empecé entonces a pedir permisos para plantar un efímero y fructífero huerto comunitario o un jardín vecinal de "mientras tanto"... No conseguí nada, supongo que por la mala voluntad, indiferencia o incomprensión de los propietários y me enfurruñé bastante. El solar en cambio, tranquilo, solo, e indiferente a los tejemanejes humanos, siguió vivo o comenzó una nueva vida y nos está dando mucho más de lo que nosotros queríamos aportarle, más de lo que imaginamos. No nos está dando un jardín, nos está regalando EL CAMPO.
La primavera lo ha llenado de amapolas rojas y flores silvestres amarillas, azules, moradas y blancas, emparentadas todas con las margaritas, crecen espigas, malas hierbas, ortigas, hay dientes de león y alegres campanillas en racimos, surgen especies que parecen vivir ajenas a nosotros, sin nombre y sin dueño. Madreselvas y bignonias trepan exhuberantes por los muros ruinosos y, como homenaje al aristocrático palacete, han resucitado unas fantasmales rosas antiguas que bambolean sus cabezas cantando en Bávaro. Han venido palomas, tórtolas, mirlos, jilgueros, gorriones, abubillas, vencejos al atardecer y un periquito mañanero. Dos gatos enormes habitan el solar y es evidente por sus andares que se sienten tigres en Bengala. Zumban las abejas en el Viso, nunca habría sabido crear un paraiso tan encantador y tan libre, tan parecido a un viaje.