jueves, 26 de marzo de 2009
La niña que no se perdió
La niña deambula por un jardín propio que pudo ser trivial pero responde a todos sus ideales y contiene en sus márgenes y hoquedades un microcosmos organizado y minucioso. Entre la masa de bouganvilla creó una gruta con punto de mira y punto de fuga, tiene una urbanización que acoge a caracoles pacifistas a los que engorda con desechos vegetales de cocina, y un refugio bien custodiado para los tan frecuentes ratones huérfanos. Al pie de las adelfas ha erigido el cementerio de gatos con mausoleos de barro, y al resguardo de la acacia situó yacijas, aireadas a diario, para animales nocturnos desconocidos . En este jardín siempre están limpios los baños para pájaros . Se le van las tardes contando los brotes de geranios sin más fin que el del puro gozo por la fertilidad, o recostada en su mirador sobre el ajetreado hormiguero. Y si alquien le preguntase de sus afanes, ella juraría que la tierra sabe quién la riega y que las hormigas acuden a su mano para saludarla. Porque tan pequeña y para siempre comparte con Erasmo de Roterdam un sentimiento : "La naturaleza no me es muda ni extraña sino que me habla continuamente"