lunes, 24 de agosto de 2009

Homenaje

Mañana a las catorce horas cuarenta y cinco minutos , embarcaremos, si Dios quiere, en un avión de Air Berlín con destino a La Coruña. Las vacaciones en Mallorca habrán llegado a su fín.
Llevo unos días oyendo comentarios , de distintas bocas,por la casa: "Yo creo que se puede zurcir", "Ahora ya sí que se ha acabado", "La culpa es de las perras que la arañan", "Si la cortamos por la mitad se pueden hacer dos pequeñas" y cosas así, todos hablan de ella, la toalla, la genuina, nuestra toalla de toda la vida.
La compramos hace diecisiete años en Saint Tropez , mide un metro por dos cincuenta y , desde el principio, nos pareció esplendida, espesa, suave, y de fácil secar. En la pileta de Can Dionis, nadie quería otra, ha viajado con nosotros por el mediterraneo, de playa en playa, y cuando teníamos barca, la mítica Hornblower, siempre estuvo allí . Con las toallas, ocurre como con las personas, unas tienen encanto, charme, carisma, y otras no. Ella lo tenía e incluso este verano, con agujeros, desgarrones y trama a la vista, siempre ha sido la primera opción entre sus pares que esperaban en el lavadero ser elegidas para un día de playa. Cada invitado nuevo que llegaba a la casa, sin información previa, por ella se decantaba, esto ha llegado a generar rencores y rencillas, alguno ha habido que incluso dormía con la toalla azul para evitar que un listo se adelantara por la mañana.
Hace un año, en mi viaje a Estambul, llegué a un puesto muy elegante en el gran Bazar, mi favorito, solo vendían tejidos antiguos y toallas tradicionales de hammam, de la mejor calidad, de las que solo se tejen en Bodrum- podría decir Halicarnaso y habría quedado aún más impresionante-, pues bien, allí estaban, las hermanas de nuestra toalla, pregunté al mercader, finísimo, parecía suizo, por su distribución y venta y me dijo que solo las comercializaban en su chiringuito del bazar y ¡en la tienda de un amigo en Saintropez!, todo cuadraba, se me saltaron las lágrimas.
Aquí concluyo, la hemos amado, la hemos usado, nunca desaparecerá de nuestra memoria, probablemente la convirtamos en dos pequeñas toallitas de manos, por ella viajaremos de nuevo a Estambul . Con este homenaje a la compañera y testigo de tantas aventuras marineras, acabo nuestro feliz verano en Can Dionis.