Otra tarde antigua en Son real, otro refugio, nuevos amigos y otros caracoles. Hasta son distintos los plásticos que los barcos tiran insensatos y la marea lleva hasta la arena , el sol y la dura batalla consiguen embellecerlos, confundo una tapa transparente con una concha del nacar más puro. Han florecido praderas de azucenas blancas en las dunas, se han abierto pequeñas flores violetas en esos brezos raros y resecos que retan al mar. El hinojo marino se ha hecho adulto en un mes, huele a regaliz y se pavonea , ni crasa ni alga , de su raro estatus entre las pozas de sal, en las rocas que se adentran afiladas en el mar.
Los madroños de este lugar tienen ya su fruto a punto de madurar , y los mirtos están colmados de bayas rojas, el junípero se extiende agarrado a la movediza arena y los cardos se mezclan con los pinos jovenes y las viejas encinas. Hay cerdos negros, cormoranes y gaviotas. Cuando empieza a ponerse el sol , las montañas se convierten en siluetas de papel transparente y todos nos transformamos en otros, más felices y más hermosos, y casi quiero llorar por la nostalgia de este momento que sentiré cuando esté lejos , cuando ni siquiera los atardeceres puedan ya iluminar mis ojos .