Amaneció humedo y nublado, con una atmósfera opresiva, pegajosa, todo me hablaba de trópicos y manglares. Todavía en camisón y despeinada me acerqué a la guarida de Esmeraldo, pensé que estaría contento con el clima y en su salsa.¿De qué selva habrá venido mi serpiente? ¿Qué sensaciones almacenará en su memoria?. Le llevé unas costillas de cordero fresquitas para desayunar pero las rechazó, nadie como las serpientes para hacer notar su voluntad de indiferencia, ha ignorado también los higaditos de pollo, pasaba algo. Después de la ducha he vuelto a visitarle, le encontré saliendo de un baño en su estanque, como parece que compartimos ritmos, decidí tomarme los cereales con leche a su lado, para ver si le animaba pero inútil, la comida sin tocar. Estaba raro, deambulaba lentamente por los bordes del terrarium, pausado, como perdido en reflexiones. Al rato, se deslizó parsimonioso por el tronco hueco del algarrobo que he instalado para su disfrute, y allí le dejé porque tenía que hacer unos recados, sin un gesto de adiós ni un hasta luego. Caricias, palabras, voy sintiendo por intuición que estos lenguajes les resultan impropios, zafios, a las serpientes, casi obscenos.
A mi vuelta , colgaba pendular de su percha, adormilado, la comida intacta, este clima tan parecido al tropical no parecía sentarle bien, le percibía extraño, quizás seriamente enfermo y yo sin darme cuenta, me sentía culpable, llamé a Jordi y saltó su contestador, llamé a Jose Manuel y me dijo que no podía atenderme porque estaba ayudando a parir a una yegua. Me preparé un almuerzo sencillo, tortilla francesa con ensalada y melón de postre. Tomé una decisión de emergencia, toda relación, aunque sea con un ofidio, requiere un grado de compromiso. Con dificultad, instalé a Esmeraldo en una carretilla y le llevé a mi cuarto, con esfuerzo le subí a la cama, me tumbé junto a él y pasé mi brazo por su inexistente cintura como ya es costumbre en nosotros, quizás necesitaba sentirse querido, el calor quieto, espeso y humedo podría haber despertado en él antiguas nostalgias.
Me sentía en paz, la serpiente transmitía una atmósfera de sueño, debí dormirme un rato, no se qué me despertó, quizás un silencio excesivo, abrí los ojos y ocurrió, la cabeza triangular de la pitón estaba apoyada en la almohada, sus ojos, a diez centímetros de los míos, me miraban fijamente, ya se que no pueden mirar de otra manera pero sentí que decían algo importante, una queja, una petición, una llamada. Entonces ví su cuerpo y me estremecí, Esmeraldo parecía otro, en vez de reptar envolvente y sinuoso, comenzó a estirarse en paralelo a mí hasta quedar rígido como un palo, completamente recto, su cola pendía a los pies de la cama y sus ojos permanecían, ardientes, fijos en los míos. La escena hipnótica duró un minuto, quizás algo más, al poco,la serpiente se ablandó, apagó sus ojos y se acurrucó, anillo tras anillo, en mi hombro, parecía somnolienta y cariñosa.
El timbre del teléfono rompió aquel instante extramundano, era Jose Manuel, contento y cansado, tras un parto difícil había ayudado a nacer a un potro sano, la madre primeriza no había sufrido daño. No sabía qué decirle, cierto pudor inexplicable me aconsejaba no relatarle los hechos pero al fín y al cabo él respondía a una llamada mía. Recurrí al humor escéptico para desgranar mi relato que empezaba con la mañana desganada de la serpiente y terminaba en la cama hacía unos momentos.
Mis gracias narrativas chocaban con el auricular silencioso, mi punto y final se encadenó con la respuesta cargada de autoridad profesional de Jose Manuel que me dejó temblando. Deshazte inmediatamente de la serpiente, no pierdas el tiempo, no te confíes, no te quedes sola con élla en casa, el lenguaje de las pitones no es polisémico, si se estira junto a tí mirándote fijamente,es porque está midiéndote para ver si eres más pequeña que él, comprueba si puede o no tragarte. El proceso rara vez se da con humanos, es menos frecuente aún en una serpiente que ha crecido en cautividad, no suele ocurrir pero si ocurre es irreversible, no piensa en ti como su ama o su amiga, solo eres una pieza viva y está hambrienta.
Yo mido un metro 67 centímetros, Esmeraldo debe estar ya por los dos metros cincuenta, si la versión de Jose Manuel era cierta, los números jugaban en mi contra. La familia pasaba el día en la playa, Margarita, la cocinera, no había venido hoy porque tuvo que acompañar a su marido, Santi, al médico. Estaba sola en casa , con una pitón joven pero enorme que hasta hacía unos minutos creía amistosa, sabia y mía. Aunque inverosimil, la situación me pareció desesperada. Salí corriendo del cuarto y cerré la puerta, llamé a los bomberos: Tengo una pitón en mi dormitorio, estoy aterrorizada, les resumí para evitar explicaciones vanas que conducirían a peligrosas demoras. Me dijeron que vendrían a por él en pocos minutos, estoy esperándoles, ya ha pasado media hora, estarán al llegar.
Oigo ruidos, ¡por Dios!,la ventana del dormitorio estaba entornada y la serpiente ha debido entrar desde el jardín a la cocina, está en la puerta del salón, ya no repta, viene semierguida , avanza en zigzag y hace un ruido metálico con su boca entreabierta, no retira un instante su mirada de mí. voy a intentar alcanzar el balcón y saltar al patio, no quiero darle la espalda, quizás también pueda esquivarla y llegar hasta la puerta del cuarto de baño, la serpiente acelera, no pensé que podía ser tan rápida, me ha arrinconado, está ya a mi lado, intentaré quedarme quieta.