"Nunca había visto algo que temiera describir", dijo Dickens ante Venecia . Y yo, mínima del siglo XXI, tiemblo como él ante tantas palabras usadas, y me rindo, conmocionada de nuevo por la indescriptible.
Almorcé ayer en la Giudecca, en una terraza entoldada que mira a la ciudad. Pasaban los barcos de carga y en su estela, el agua del canal salpicaba mis pies, una vez, y dos, y tres. En nuestra mesa, un gorrión picaba tarta de limón, bruma baja y cálida, no queríamos movernos, bebíamos un café tras otro, reíamos con los camareros y un sol rojo se escondía en silencio tras San Giorgio il maggiore.