martes, 29 de septiembre de 2009
El verano de las oropéndolas
"El siete de Junio dejé el convento para pasar las vacaciones en Combourg con mis primos de la Billiardiere, que no estaban hechos para la melancolía y, en mi estado de ánimo, a la abuela le parecieron muy convenientes. Mi padre permanecía embarcado, creía tal vez que la muerte de mamá solo sería irrevocable cuando él llegara a tierra y pisara la de su tumba. Una tarde de lluvia me escondí en la biblioteca para empezar a leer el Cyrus de Madeleine de Sandery. Iba ya por el capítulo quinto cuando entre los terciopelos antiguos y las sombras de la tarde vislumbré una figura muy pequeña acurrucada en el banco de piedra junto a la ventana, no se había percatado de mi presencia porque estaba inmersa en la lectura de "Sobre la vida de perfección" de San Buenaventura. Sentí que yo era la intrusa, me levanté apurada para marcharme y en mi precipitación deje caer el libro. Ella alzó la mirada de unos ojos extrañamente violetas bajo cejas masculinas y me preguntó: ¿A qué dedica usted más tiempo, a la compasión o a la plegaria?. Así conocí a nuestra Pauline, Mademoiselle de la Guerande, que estaba destinada a cambiar mi vida " Madame de Beaumont c'est moi.