miércoles, 2 de septiembre de 2009

Fantasmas de Venecia

En un barquito descapotable pequeño, casco de caoba y sillones verdes de sky, salimos hacia Torcello. Dejamos el muelle de Fondamente nuove y bordeamos con aprensión el lugar último. Un símbolico muro de ladrillo del Veneto, erosionado y rojo, atrapa masas de cipreses negros que ocultan y revelan brillos blancos de marmol. El verano esquiva a San Michele, bajo la luz de este mediodía sigue siendo la Isla de los Muertos de Bocklin, y el cementerio más triste del mundo, el más inexorable. Aunque todos saben que allí no cantan los pájaros, me dice Albisse que el 31 de Diciembre del pasado año, un ingeniero borracho con barco propio, vió bailar a Dhiagilev entre los mausoleos. La música sonaba a Stravinsky y la letra a Brodsky. Creyó reconocerles cuando en el panteón con cúpulas orientales de la princesa Ludmilla, bebíeron después en copas de alabastro. Se ve que brindaban mucho, reían, y cantaron juntos hasta el amanecer. Cuentan, dice Albisse, que Massimo Cacciari, el alcalde, intuye que Brodsky escribe aún su poema de navidad de cada año, y le ha pedido al ingeniero que asista a un buen curso de ruso y vuelva la próxima Nochevieja para recoger versos al dictado. Los de Adelphi se comprometen a editarlo.