Murió hace casi veinte años pero mi tío Agustín era tan suave en sus maneras, tan educado, tan lígero, que su ausencia apenas se nota aunque se siente en el corazón como el primer día.
Para nosotros, los hermanos y yo, nunca fue el tío Agustín, solo era "El tío", porque no tuvimos otro; con su mujer, Marta, "la tía", vivían en el piso de abajo, que había sido de mi abuela. No tenían hijos, y como nosotros no teníamos padres residentes, eran ellos los que ejercían de autoridad y cariño de guardia en nuestra casa de la Calle Alberto Bosch 11 de Madrid. De mi infancia solo recuerdo un telefono, y es el suyo : 2394465.
Mi tío era elegante de natural, se movía a ritmo lento, y nunca le vimos despeinado. Le gustaba la música clásica y pasaba muchas tardes dirigiendo orquestas imaginarias en el salón -Beethoven sobre todo -, su postre favorito era el "peche melba" porque lo había probado de pequeño en su colegio de Angouleme y le fue fiel hasta la muerte, creo que mi tío fue fiel a todo en lo que creía, al peche melba, a su mujer, a la ropa de "Denis", a los mocasines blandos de ante para sus pies delicados, a los lacoste de colorines, a San Sebastian, a las batas de seda, a la colonia Alvarez Gomez, a las novelas de romanos, a la florista de San Juan de Luz, al limpiabotas de Gregorys, a su amigo Alberto Prado, a las patatas fritas y a nosotros.
Su sentido del humor era antiguo y encantador, desternillante cuando bailaba con aires de cabaretera una canzoneta muy animada de letra majadera: Más que el oro y la plata, el coral y el marfil, más que todas las cosas,eres tú para mí, ¡ay!; y en el ¡ay! hacía el gesto de subirse las falditas. También se divertía y nos divertía , cuando recitaba engolado un comienzo de vida de Santo: Iba Santo Dominguito del Val con la blanca rebanada de pan y el dorado pernil de Extremadura. Sus fuentes eran dudosas, y su interpretación de ellas pintoresca, otro de sus clásicos, el Hogaño he mercado en Alba una yegua de Peñalba de rutilante mirar, tres años, negra, cuatralba, rica sangre y buen andar; un precioso bruto fiero con nobleza de cordero, blondas crines y anchas nalgas, músculos curvos de acero y enjutos remos de galga, resultó ser de Gabriel y Galán, para su sorpresa y más risa. También, en los momentos oportunos, que por supuesto eran los menos adecuados, cantaba muy fino y con buen acento Au clair de la lune .
Mi tío era alto, más bien delgado, y poco, poquísimo deportivo, el pelo gris y lacio, rígido a base de colonia , la frente despejada; Unas imprescindibles gafas de concha cabalgaban sobre la nariz francamente grande que delataba sus orígenes vascos, solía llevar los gemelos de su padre y firmaba como él aunque apenas llegó a conocerle pues murió en los años veinte, cuando mi madre tenía un año y él acababa de cumplir los dos.
Mi tío era amable, amable, amable con todos y de igual manera, él elevó la amabilidad a lo sublime, hizo de la amabilidad su discreta bandera. No creo que jamás discutiera agriamente con nadie ni le veo capaz de haber dicho una impertinencia, ningunear a un camarero, o soltar un exabrupto; supo saludar con espontanea afabilidad a todo aquel que le sonaba de algo, y nunca dejó de devolver una sonrisa.
Mi tío hizo realidad el verso de Rimbaud, "Par délicatesse J’ai perdu ma vie". Una noche empezó a dolerle el corazón pero como era muy tarde y al día siguiente salían de viaje, no quiso dar la lata, levantar a nadie ni chafar el plan así que, par delicatesse, como había vivido, por no molestar se murió de un infarto y nos dejó plantados.