sábado, 26 de septiembre de 2009

Un episodio de Krishna en Braj I

Es dificil que un occidental comprenda las complejidades del panteón hindú, las coordenadas de una tradición de la que no se puede fijar el comienzo y que campea sin iglesia ni dogmas en un subcontinente de mil millones de habitantes. Cómo entender una religión que ni siquiera se define como tal y que engloba a individuos y grupos de creencias dispares y a menudo contradictorias. Para que un europeo pueda interpretar sin frivolidad la imaginería religiosa o épica del hinduismo, y gozar de ella, sería imprescindible que centrara durante un tiempo su atención en el estudio de las fuentes y de una iconografía que, barroca desde sus inicios, presenta claves, estructuras, arquetipos, realidades, leyendas y códigos narrativos que desconocemos y a menudo, por ajenos, nos escandalizan, desagradan o asustan.
La pinturita que en este caso comento, ilustra un momento crucial en la evolución del hinduismo : Krishna levantando el monte Govardhan.
Krishna, encarnación en la tierra del Dios Vishnu y a la vez heredero legítimo del trono de Mathura, vive su infancia y adolescencia en Vrindavan, aldea de la Comarca de Braj, donde le creen hijo biológico de Nanda y Yasoda, quienes, como casi todos por allí, pastorean bellas vacas blancas abufaladas que producen la mejor leche y mantequilla del norte de la India.
Todos los años, los campesinos y pastores de la zona acudían al monte Govardhan para ofrecer sacrificios y frutos a Indra, dios del trueno y de la lluvia, pidiéndole así que les fuera propicio. Este año, Krishna ha cumplido diez años y se rebela frente a la tradición, cuando ve que comienzan de nuevo los rituales, convoca al pueblo y le arenga : Dejad ya tanto acto inútil, sois granjeros y cuidais vacas , no perdais el tiempo en sacrificios y ofrendas vanas, esforzaos más bien en cumplir con vuestro deber que es trabajar para proteger e incrementar las cosechas y el ganado.Todo ser humano debe actuar con corrección en aquello que le corresponde, y son las acciones adecuadas, no los sacrificios ni las peticiones a los dioses que dominan los elementos, las que os beneficiarán en esta vida y en vuestro camino de salvación. Los pastores escuchan a Krishna y, enardecidos cancelan la ofrenda, puja, anual, despertando así la ira de Indra que abre las compuertas del cielo y del castigo para inundar Braj y sus habitantes; Es entonces cuando ocurre el milagro que vemos en la imagen, Krishna, tan solo con su dedo meñique, levanta el monte Govardhan y lo convierte en paraguas protector de su pueblo y sus ganados. Indra persiste y la tromba de agua, los truenos y los relámpagos caen durante siete implacables días y sus siete noches, pero Krishna no se inmuta, sin esfuerzo y sonriente, mantiene a salvo a los suyos. Al fín, el viejo dios acepta su derrota, reconoce la superioridad de Krishna y se postra ante él.
Este preciso momento simboliza el relevo que de modo procesual se fue realizando en el hinduismo y que hizo posible su expansión y supervivencia.
Los dioses védicos se declaran obsoletos, eran aterradores, elitistas, lejanos y violentos, protagonizaban oscuros versos sanscritos cargados de poder que solo podían leer los varones de castas superiores. Esos dioses anacrónicos que vinieron cabalgando desde estepas lejanas comienzan a desaparecer entre bastidores porque ha llegado Krishna, avatar de Vishnu, revolucionario auriga del carro de Arjuna en el Bhagavad Gita, y al mismo tiempo, el Krishna próximo de Braj, un dios mestizo en el que confluyen leyendas de orígenes diversos, un joven pastor, khrisna gopal, que, travieso y seductor, toca la flauta por los bosques, habla con la gente en su dialecto local, el Braj Bhasa, y promete abrir la puerta de la salvación a todas las castas y condiciones, a los hombres y a las mujeres.
Unos podrán salvarse por su sabiduría, otros gracias a sus acciones mediante el cumplimiento del deber individual y social. Pero, y aquí llega el titular, la noticia bomba, aquellos que tengan ambición espiritual y urgencia de eternidad, podrán optar por una tercera vía, la más directa: Solo deben abandonarlo todo, pronunciar incansables el nombre de Krishna, fijar en él todos sus pensamientos y amarle de un modo incondicional y constante. La vía del amor que en la tradición judeo cristiana inaugura Jesúscristo, llega a la India de la mano de Sri Krishna y se llama bhakti .