martes, 22 de septiembre de 2009

Nuestra vida es viento tejido

Es mejor ocuparse del ser que de la nada dijo Joseph Joubert, un señor que nació en el Perigord en 1754 y murió en París setenta años después. Le enterraron en el cementerio de Monmartre pero su tumba ha desaparecido, como también se han perdido casi todos los detalles de su vida. Fue marido de Victoire Moreau y padre de Victor Joseph, vivió con alegría la Revolución Francesa y se unió tibiamente a la contrarevolución posterior. No parece que trabajara demasiado. En algún momento conoció a la bella Pauline de Beaumont y, a través de ella, a su amante, Francois de Chateaubriand, de quien se hizo muy amigo. Parecía que la escritura no le tentaba pero catorce años después de su muerte, Chateaubriand publica Los pensamientos de Joubert en edición no venal que él mismo regala al todo Paris. Y Gracias a este homenaje de amistad póstumo descubrimos un pensador secreto refinadísimo. Sus aforismos sutiles se expresan en un francés límpio y directo, dominan la ironía pero nunca caen en el escepticismo, no son enfáticos ni rígidos, reflejan una religiosidad personal que prescinde de toda Iglesia; Son luz y poesía, tan modernos a veces que parecen postcontempoáneos nuestros. Me ha costado escoger de entre ellos uno solo, de modo que aparte de la cita inicial, elijo dos, el que da título a mi entrada, y el que ahora transcribo: Con Dios no hay que ser ni sabio ni filósofo, sino niño, esclavo, colegial, y, como máximo, poeta. Me desdigo, porque no puedo evitar caer en un tercero : Cuando luzco, pierdo mi aceite. Ya paro.