Estuve hablando largo rato con Marina por teléfono, a última hora de la tarde, se entrecuzaron los temas y algunos problemas. Vine directa de la conversación al ordenador con idea de escribir sobre otras cosas pero se superpuso Estambul, la ciudad que conocimos, gozamos, juntas y en la que ella va a vivir desde el próximo mes de Enero. De todos los minutos colmados de Estambul, me quedo quizás con la oración del crepúsculo en la mezquita de la Atik Validé, la madre del sultán, en el barro asiático y marinero de Uskudar. La mezquita es la última gran obra de Sinan ibn Adülmennan, un jenízaro de la Capadocia, estratega e ingeniero militar que a partir de los cincuenta años se convirtió en el Arquitecto de arquitectos, arquitecto de Suleiman el magnífico, artífice y alma de la silueta de Estambul.
No voy a contar aquí, por inefable, mi experiencia de iluminación en Uskudar pero hablaré de Sinan y también de Venecia .
Sinan fue extraordinariamente prolífico y longevo; Cuando murió, lúcido y trabajando, en su ciudad, 1588, era casi centenario. En Venecia y poco antes, 1580, había muerto otro anciano arquitecto de setenta y dos años, le bautizaron Andrea di Pietro della Gondola, pero le llamaban il Palladio.
La historia de las dos ciudades dibuja una red indisoluble de acuerdos y desacuerdos, vínculos y batallas adornados por el gusto compartido de un lujo más que oriental que cubre de oro y piedras preciosas las bóvedas de San Marcos y de Santa Sofía, la diadema del dogo y el puñal del gran visir. Y, por cierto, la Sultana Nur-Banu, que desde el Hárem regía todo el imperio y para quien Sinan construyó su mezquita de Uskudar, era por nacimiento una aristócrata veneciana a quien delataba el brillo cobrizo de su melena rubia.
Sinan y Palladio trabajaron paralelos, en tiempo y en grandeza, pero eran opuestos. Palladio quería abandonar Oriente y reinterpretar a Vitrubio, mientras que Sinan diseñaba un olvido de Bizancio que reflejara el nuevo orden del esplendor otomano.
Dicen que Palladio murió a pie de obra, retocando el tempietto de la Villa que construyó en Maser, provincia de Treviso, Venecia, para los hermanos Daniele y Marcoantonio Barbaro, grandes mecenas, hombres de cultura y astutos diplomáticos.
El menor de ellos, Marco Antonio, fue embajador en la corte de Francia y también en Estambul, donde vivió durante más de seis años. En una de las cartas que escribe desde allí a su hermano, cuenta que asistió a una gran fiesta en el palacio del sultán y que estuvo hablando, "más que con otros, con el gran arquitecto Sinan quien me invitó a que visitáramos juntos sus obras en curso".
Y, si la visita se realizó, si prosperó la incipiente amistad, ¿qué diría el embajador, de su Villa veneciana y de su arquitecto ? ¿Pediría Sinan documentación?, ¿Le llegarían de él, noticias a Palladio?.