He cenado, escarola y perdiz, con un amigo que quiso, hace tiempo, escribir un inmortal soneto. Hemos hablado de literatura y de tabaco, de cosas familiares, de hipnotismo y de camisas de manga corta con corbata. He hablado yo de Cezanne y del camino de Santiago, ha hablado él - arcáizante y francamente ordinario - de reales hembras, y de otras que toman varas. Hemos tocado también algunos temas embarazosamente personales. Se ha mostrado mi amigo, como siempre, discreto en lo que sabe y osado en lo que desconoce, petrarquista, erudito hasta irritar, entretenido, y, a su pesar, bastante cariñoso. Me ha recomendado una novela menor imprescindible : Fermina Marquez de Valerie Larbaud y, antes de irnos, muy tarde, el restaurante ya vacío, ha recitado la línea perfecta que iniciaba una novela heróica nunca escrita, hablaba de un oficial feliz en cierto campo de batalla con nombre alemán. Y recordé entonces un verso de Tijon Churilin, poeta y ruso:
Así, en una escaramuza en Neshava,
fue muerto el más joven de sus príncipes alemanes,
de la potencia enemiga príncipe glorioso.