viernes, 6 de noviembre de 2009
No puedo parar
Me regalaron dos romeros para el callejón de Serrano y los he plantado. He podado también los cipreses sucios y leñosos y he puesto en tierra humeda y suelta un ramillete de esquejes de hortensia, por si acaso. El muro me llamaba hoy más que la tierra, así que he prolongado unos metros más mi trabajo de aliño. Como me crezco facilmente, ya iba yo con soltura y afán de perfeccionismo, me veía consumada profesional. Ahí estuvo mi perdición o, como diría mi abuela, en el pecado llevé la penitencia. Por enjugar una gota he emborronado veinte centimetros y, no es eso, no es eso, los muros públicos requieren manicura y mimo. Caía el sol y el frío cuando ocurrió la desgracia de modo que dejé para mañana la tarea de humildad. Volveré de cara a la pared y manos a la obra. Seguiré informando. justicia Jardinera.