jueves, 26 de noviembre de 2009

A veces he llegado a creer en seis cosas imposibles antes del desayuno

Llevo días con "algo", no puedo ser más precisa, mi médico - no es en realidad mío pero él finge serlo - me dice: puede que sea un sindrome gripal sin letra ad hoc, o un simple catarro estacional.Y añade: Quizás estés baja de defensas, no hay que descartar la anemia ferropénica. Y continua, ya embalado: ¿Te encuentras estresada o en algúna crisis emocional? porque también podría tratarse de un cuadro psicosomático. Conclusión, que llevo días con tosecilla, un cansancio desproporcionado y la cabeza algodonosa, se me derriiiten los pensamieeentos, cantaba Angela Molina en su primer y no se si último vinilo. Tengo "Algo".
Así como me encuentro, leo que Tim Burton va a estrenar una Visita de Alicia a Wonderland, diecinueve años después de la primera. Y a través de Tim Burton, Elena Bonham Carter en reina de corazones y Depp, que hará de sombrerero loco, ya no puede actuar sin disfrazarse, entro de nuevo en Lewis, querido, sosísimo, monumental, Charles Lutwidge Dogson, Carroll.
Desde el jueves pasado tenía en la mesilla su Diario de un Viaje a Rusia que acaba de publicar por primera vez Nocturna Ediciones. Lo leo entre los vapores de mi spleen.
Es un librillo sin interés alguno, excepto, como es el caso, para Carrolianos militantes. No es más que lo dicho, el díario somero de su único viaje al extranjero. Entre julio y Septiembre de 1867,el escritor, acompañado por su amigo Liddon, dean de Oxford, viajó por Alemania y Rusia para volver a casa - que es lo que estaba deseando desde el primer momento - con escala en París. El diario y el viaje son completamente Dogson, un útil muestrario del comme il faut victoriano. Sólo se consideró publicable treinta años después de la muerte de Carrol, cuando este ya era un tesoro nacional; es trivial pero aún así, tiene interés y gracia.
El viajero pasa las mañanas visitando monasterios y estudios de fotógrafos, por la tarde asiste a obras de teatro que entiende poco o a conciertos que le aburren bastante, cena regular, conoce a niñas ingeniosas y a cocheros impertinentes, se queja de los hoteles - en uno de ellos comparte pasillo con un galgo alto y muy amistoso-, se interesa vagamente por el idioma ruso y muestra una indiferencia absoluta hacia el arte, la arquitectura, el folcklore o la situación socioeconómica de los paises visitados.
Pero el reverendo Dogson es encantador y siempre me hace reir, es sutil hasta en la banalidad y en cualquier situación, se expresa con el fino humor que es marca de la casa y que jamás subraya : Las dos cosas más vendidas en la ciudad de Konïsberg deberían ser(A juzgar por el número de tiendas en que se encuentran : casi la mitad de las de la ciudad), los guantes y los fuegos de artificio. Sin embargo he visto muchos caballeros paseando sin guantes;quizás los usen solamente para resguardar las manos cuando sueltan los cohetes. Por ejemplo.