Sabía por Atahualpa que Catamarca tiene mil distintos tonos de verde pero desconocía sus rosas.
Allí, a 3200 metros sobre el nivel del mar, en la sierra de capillitas existen unas cuevas con estalactitas que relucen en un rosa vivo y forman una selva psicodélica, silenciosa y milenaria . Están hechas de una piedra semipreciosa, aunque preciosísima, compuesta por carbonato de manganeso de origen volcánico, se llamá Rodocrosita. Los Incas la tallaban como símbolo del amor más allá de la muerte, los americanos del norte, ya en el siglo XX, la convertían en polvo que mezclaban con el pienso de las gallinas para que sus huevos fueran más resistentes. Roger Caillois, intelectual de izquierdas, francés y amigo de Bataille, subió hasta las minas del Aconquija en 1940 por extraer con sus manos la piedra en la que mandó tallar un caliz. Y en el caliz vertió, mezclada con vino, su sangre para que la bebiera Victoria Ocampo.