A mí la palabra "excursión" me puede, es oirla y ya estoy en la puerta con mochila, termo y quesitos de la Vaca que rie. Ayer, a unos incautos se les escapó de la boca en mi presencia y a la media hora se encontraban, sin saber como, trepando por el camino de Lluch que tanto me gusta. En verano es encantador y deleitoso pero en Invierno, menos familiar, me parece magnífico. Es humedo, salvaje y frío, huele a descomposición vegetal y a viento marino que se apresura a guarecerse en el monte. Gotean los árboles, y los guijarros del camino, por haber sufrido vendavales y torrenteras, se mueven y traquetrean a nuestro paso, hay ramas rotas y muchas ovejas desconcertadas con sus jerseys de colegial de posguerra bajo la lluvia. Desde lo alto de la meseta del Tomir se divisa la bahía, el mar y un cielo esférico que aparecía a un tiempo nítido y tormentoso. Un cielo que invitaba al vuelo y al revuelo, a la exaltación y a la plegaria. Al llegar a casa, rebosante de salud y entusiasmo andarín, bebí despacio un té negro y largo de Tetleys (800.000 ingleses lo beben cada día) en la taza que me regalaron los escoceses, mientras escuchaba a Jose Luis Gomez, tan natural como impecable, recitar el Cielo del Diario de un poeta recién casado, y lo sentí más mío que de Juan Ramón Jimenez :
Te tenía olvidado,
cielo, y no eras
más que un vago existir de luz,
visto - sin nombre -
por mis cansados ojos indolentes.
Y aparecías, entre las palabras
perezosas y desesperanzadas del viajero,
como en breves lagunas repetidas
de un paisaje de agua visto en sueños...
Hoy te he mirado lentamente,
y te has ido elevando hasta tu nombre .
P.S : Hojeo virtualmente el blog y veo que inserto muchos cielos y doy mucho las gracias. Aunque mi reputación, si es que alguna vez la tuve, se resienta, no me retracto sino que insisto y lo hago de nuevo: Cielo al canto y muchas gracias.