Cambio en el paisaje, con perfume de pimientos asados cruzamos el Arga y nos adentramos en huertas, cardo y borraja, espárragos, pimientos y tomates, algunos olivares, vides, una bodega, la autopista siempre presente nos aleja del espíritu. Hay fuertes subidas puntuales y una cuesta suave constante, pasamos por un tunel, los márgenes del camino están llenos de basura, son hermosas las parras en las casas de Cirauqui ,y una cortina a rayas en El Espinar tras la que duerme un mastín canela . En Lorca tomamos un bocadillo y pastas de coco con los amables chicos del Albergue. La cuesta nos lleva hasta los chalets adosados y desiertos de Villa Tuerta, la ermita está cerrada, seguimos subiendo hasta el cruce donde murió una peregrina canadiense. Bajamos al río, polvo y sol, cruzamos un puente curvo de madera, Estella con sus torres y sus claustros no aparece, las montañas la velan. Al fín sin perspectiva urbana, con desaliento y entre arrabales, llegamos a la ciudad y su crucero de piedra, una casa con caballos, adolescentes en un cesped inglés frente a la Iglesia románica del Santo Sepulcro. En los escalones del pórtico, bajo la escultura del Santo y un altorelieve de la Ultima cena, nos sentamos, sonreimos, por fin, deslomados, nos desplomamos.