viernes, 9 de octubre de 2009
De Roncesvalles a Zubiri
Salimos temprano y pronto estamos ya en Sorginaritzaba, el Robledal de las brujas, dicen que en sus amplios calveros se celebraban aquelarres, aquí se oyen pocos pájaros pero sopla la brisa y silban los misterios. Salimos a la luz por la Cruz blanca que protege el camino hasta Burguete. Pinos famélicos se pierden en el cielo, hay serbales, tejos, boj, bueyes con cuernos de lira en las ruinas de un establo. Cruzamos pueblos con verandas pintadas de rojo y rojos geranios, resaltan los escudos de piedra sobre los muros blancos de las casonas, recuerdo fragmentos de "La Vida nueva de Pedrito Andia" de Sanchez Mazas. Hay retamas, jara, crocus morados, un horizonte de colinas verdes, ovejas y vacas, flechas amarillas, señales, piedras amontonadas en claves ignotas, Paris a 1000 Kilómetros, dice el graffiti a cuchillo en un arbol, hay acebos, mirto, y entre piñas y piedras, el recuerdo de Nekane a un peregrino japonés muerto. Me abrazo a la humedad de cortezas y siglos en el hayedo encantado, al que creo pertenecer. Hojas, hojas, rojas y amarillas en el suelo,hojas equilibristas, hojas que vuelan entre mariposas blancas, sonidos de hojas, sombras, reflejos, el suelo esculpido de raices y lluvias, en lo hondo suena la fuente y el riachuelo. Un bocadillo de queso con chocolate y una manzana. Pasan ciclistas valencianos vestidos como bailarinas, saludan, ¡Buen camino!. Duelen los ojos de tantas luces y tantos cielos, duelen las piernas al llegar al puente de la Rabia de Zubiri.