viernes, 2 de octubre de 2009

Desde hace tanto tiempo,Blanca

Hace unos días hablé por teléfono con mi amiga Blanca Andreu. Como nunca nos paramos en barras, los temas fueron variados y bastante grandiosos, comenzamos por agravios personales de poca monta y continuamos en Albania con poemas, embajadores y ministros. Al poco estábamos en las playas de Paros y bajo el cielo de Acapulco. Del cielo y como es natural, pasamos a lo divino y en ese tema montamos nuestras tiendas hasta la caída del sol.
Conocí a Blanca cuando éramos muy jóvenes aunque ya mujeres de letras; entré en el cuarto de baño de una librería y allí estaba ella, con todos los grifos abiertos, el del lavabo y los de sus lágrimas que caían silenciosas y negras. Yo solo ví a un efebo griego desconsolado.
Su conexión genealógica con Grecia era tan obvia que durante un tiempo dio en vestir peplos blancos, para entonces yo sabía que Blanca era un caballo sin montura ni riendas que galopa en la noche. Mujer, efebo, caballo védico, pronto la descubrí seriamente poeta porque en su interior las imágenes estallan en palabras y en versos infinitos para convertirla en columna de un templo blanco y a mí, al leerla, en su peristilo.
Nos hicimos amigas de repente y juntas fuimos a menudo, las reinas de la fiesta. Nuestra amistad sobrevivió al insondable mar, las lágrimas y el tiempo , supimos enfrentarnos a tempestades y a la calma fatal de los sargazos para, con las velas rasgadas y el armazón intacto, volver de cada viaje sin naufragio.
Blanca es una amiga temperamental, inteligente, generosa, cálida, irracional a veces, dulce gacela o temible león en llamas, profeta y derviche, la más alegre compañera de los sanfermines, colega navideña, bomba de relojería, complice de gustos literarios, implacable y tierna, apasionada, trágica y cómica, educada y salvaje, excelente escritora y poeta absoluta.
Ahora escribe, entre otras cosas, un blog que con placer sigo a diario, sus textos abarcan con soltura y brillantez todos los géneros y, por si lo suyo fuera poco, añade una "Antología de la belleza" en la que, perla a perla, elige con gusto exquisito los más bellos poemas de todos los tiempos.