Admiro a Jim Jarmush, sus películas me sumen en un estado único, mezcla de sopor, fascinación, ojo avizor e hipnosis. Me ha hechizado otra vez con Los límites del control, rarita, una obra interactiva que nos fuerza a escudriñar la pantalla, casi siempre silenciosa para intuir pistas erráticas que conducirán a pasos perdidos y con ellos a la resolución de un enigma no planteado. Jarmush sabe que sus espectadores van de listos, y les obliga a hacerse complices de un sujeto enigmático que sospechan asesino a sueldo y que no duerme ni musita ni es simpático. Pensaba en Ghost Dog, del propio Jarmush, en las novelas de Henry James, en películas de samurais, en Robert Mitchum y, sobre todo, en 39 escalones de Hitchcock; no me pareció casual que Tilda Swinton citara Sospecha. El discurso de Bill Murray hace pensar que el tipo solitario no era quizás quien imaginábamos, puede que fuera un idealista que luchaba contra el tirano, eso nos legitimaría un poco; lo cierto es que nunca sabremos en qué bando estuvimos jugando, durante dos horas con Jarmush por España, todas las huellas fueron cuidadosamente borradas y nadie usaba teléfono movil.
Y a fín de cuentas, qué más da cuando el universo no tiene centro ni límites, la realidad es arbitraria, y todo concluye en un puñado de polvo. Usa tu imaginación.