martes, 29 de diciembre de 2009

Una historia de amor

El Miércoles pasado, cuando volvíamos de Inca a donde habíamos viajado para comprar una remesa de vino oloroso de buena calidad y precio con el que, acompañado de dos galletas María, solemos endulzar las tardes navideña, el lunes pasado, en efecto, cuando enfilábamos ya el camino pedregoso de nuestra casa, nos encontramos a Blacky quien de un modo inusitado en ella y completamente fuera de caracter, había al parecer saltado por la ventana de la cocina, la cual por distracción se encontraba entreabierta, con el fín de, aprovechando nuestra ausencia, encontrarse en secreto con Pincho, un antiguo novio con el que ya sospechabamos, por ciertas ausencias nocturnas sin justificar, que había vuelto despues de un año de distanciamiento y aparente indiferencia. La tarde en que se descubrió el pastel porque volvimos de Inca antes de lo previsto ya que la bodega a la que nos dirigíamos se encontraba, por la crisis, cerrada de mala manera, nos topamos con la feliz pareja de paseo e incluso vimos cómo se besaban de un modo más tierno que el humano, bajo la sombra del algarrobo. El romance ha ido a más y pensamos que será eterno, no se trata de lujuria y menos aún de momentáneo capricho. Pincho ha pasado ya varias noches al raso velando armas en silencio a la puerta de su amada. Ante Pincho, yo me veo banal, él es un Lancelot du Lac enmascarado.